terça-feira, 26 de janeiro de 2010

A la sombra de Lilith: en busca de la igualdad perdida...



* Fuente de enconados debates, la igualdad de género reivindicada recurrentemente por la mujer, es un insoslayable presupuesto de la democracia, en tanto sistema de gobierno que debe amparar y garantizar los derechos humanos. (HUGO ACEVEDO)

En "A la sombra de Lilith: en busca de la igualdad perdida", la novelista uruguaya Carmen Posadas y la escritora francesa Sophie Courgeon comparten un revelador ensayo sobre el origen del modelo patriarcal, su agotamiento y el nuevo papel de la mujer en la sociedad moderna.

Partiendo de una libre interpretación de los mitos bíblicos, las autores confirman el origen eminentemente cultural de los modelos de convivencia machistas, sustentados en apócrifos supuestos de superioridad masculina.

Renunciando a tentaciones feministas, las ensayistas exploran los territorios de la mitología dominante en la materia, sobre la que reposó ¬ durante siglos- la tesis sustentadora de la hegemonía masculina.

El trabajo confirma que una de las primeras concepciones que el propio avance de la ciencia demolió, es el relativo a la relación entre las dimensiones del cerebro y el cociente intelectual de los individuos.

Sin renunciar a la ironía y la mordacidad, Posadas y Courgeon explican el fundamento original de este aberrante sofisma que, con el tiempo, desapareció como fuente de legitimación de la presunta supremacía del hombre sobre la mujer.

Las escritoras sostienen su discurso crítico en las obvias diferencias entre ambos sexos, aunque desestiman que ellas justifiquen eventuales desigualdades.

Invocando explicaciones científicas cuyo rigor está sin dudas avalado por especialistas, el libro abunda en explicaciones en torno a la crucial incidencia de las hormonas en la determinación del sexo e incluso en cualidades y características inherentes al género.

Además, las autoras establecen las diversas relaciones de causalidad existentes entre la herencia genética asociada al sexo y la teoría de aprendizaje social, que determinan una mayor inclinación del hombre hacia el cálculo matemático y la ciencias duras y una cualidad más desarrollada en la mujer para el lenguaje y la creación artística.

Obviamente, ambas investigadores analizan la crucial incidencia del conocimiento empírico en las conductas masculinas y femeninas, sin desestimar el componente genético en la materia.

Citando escritos y testimonios de célebres pensadores otrora muy respetados, Carmen Posadas y Sophie Courgeon reafirman cómo la permanente apología del macho fue edificando el modelo patriarcal que se consolidó con el devenir de los siglos.

La pesquisa desarrollada por ambas escritoras coadyuva a la construcción de nuevas y revulsivas hipótesis, nacidas a la luz de revelaciones que reivindican el papel de la mujer durante los primeros tramos de la prehistoria.

Partiendo de esas investigaciones, la obra sostiene la teoría del matriarcado ancestral, que confirma la existencia de una cultura de convivencia que precedió al patriarcado convencional.

En efecto, en tiempos en que la especia humana desarrollaba un nomadismo a la intemperie, las mujeres se dedicaban particularmente a la recolección de frutos silvestres. Sin embargo, en ausencia de los hombres que salían a cazar, ejercían un indudable dominio sobre el espacio comunitario.

Ese privilegio de detentar el poder y el control de las primeras sociedades humanas, cesó con la adquisición de los hábitos sedentarios impuestos por la agricultura.

Ese fue, según las autoras, el principio del fin del incipiente matriarcado prehistórico y el comienzo de una relación de subordinación.

La tesis sostiene que el origen de la hegemonía masculina se sitúa en el período neolítico, se consolida en la denominada edad de los metales y se institucionaliza definitivamente en la antigüedad.

Dos elementos sin dudas determinantes para el nacimiento del nuevo modelo de convivencia, fueron la propiedad privada de la tierra y las guerras de conquista, que fortalecieron considerablemente el poder del hombre.

En el decurso de este documentado libro, las escritoras corroboran que la génesis de la sumisión de la mujer a la voluntad autoritaria del varón encuentra también abundantes sustentos en la filosofía de la Grecia clásica.

Aristóteles, admirado en muchos casos por la lucidez y amplitud de su pensamiento fue, en cambio, un misógino exacerbado, que proclamó un discurso salvajemente discriminatorio. Siempre minimizó el papel de la mujer, a la que asignaba el mero rol de hembra reproductora.

Incluso, el filósofo cometió el desaguisado de definir a las niñas que nacían como "machos mutilados", en una afirmación que no resiste el menor análisis a excepción del rechazo.

Este trabajo demuestra, además, que también las religiones judeocristianas tuvieron particular incidencia en la construcción del mito de la superioridad masculina.

La exaltación de un dios todopoderoso que infunde temor a sus fieles y gobierna sus voluntades, es también una reproducción de la flagrante relación de desigualdad de género.

Las autoras confirman, sin lugar a dudas, que tanto la mitología griega como los cultos monoteístas, consideraban a la mujer como "impura" e "imperfecta". También la acusaban de "lasciva", "falsa" y "engañosa" y la responsabilizaban por los pecados del hombre.

Las agudas investigadoras escrutan pormenorizadamente la historia, para fustigar la perdurabilidad del intolerante modelo patriarcal.

Este proceso conoció numerosos altibajos en el devenir del tiempo que coincidieron con guerras y revoluciones, circunstancias excepcionales que permitieron un mayor protagonismo de la mujer, por la partida del hombre al frente de batalla.

Sin embargo, pasadas estas situaciones de excepción, ambos sexos retomaban sus roles habituales, institucionalizados por un statu quo de subordinación que perduró durante siglos. Hoy, felizmente, por lo menos en Occidente, el modelo exhibe visibles síntomas de agotamiento.

Posadas y Courgeon no soslayan, obviamente, la aberrante situación contemporánea que padece el sexo femenino en algunos países de Oriente Próximo, donde se le sigue considerando un mero objeto decorativo.

En una postura sin dudas muy personal, las autoras critican ácidamente al instituto del matrimonio, que, en muchos casos, legaliza la hegemonías masculina.

En tal sentido, destacan la evolución en la valoración de las solteras, de un pasado remoto en el que eran consideradas díscolas e inadaptadas, a la imagen actual asociada a la libertad y la emancipación.

Renunciando a eventuales abordajes complacientes, Posadas y Courgeon afirman que la mujer ha sido víctima pero también cómplice del hombre, por celebrar alianzas de mutua conveniencia que le permitieron gozar de privilegios y hasta compartir el poder.

Para afirmar esta tesis, en la segunda mitad de este libro, las narraciones reconstruyen, brevemente, biografías de doce relevantes mujeres que, en más de un aspecto, gobernaron entre bambalinas.

Entre las historias más relevantes destacamos particularmente la de Livia Drusilla, esposa del emperador romano Octavio, cuya influencia sobre el gobernante fue determinante para el futuro de la más poderosa civilización del mundo antiguo.

Otro personaje femenino sin dudas relevante fue Teodora, la compañera del emperador bizantino Justiniano. Esta mujer de origen humilde que sobrevivió a su pobreza mediante el ejercicio de la prostitución, fue un auténtico sostén del poder de su esposo.

Sin embargo, también fue responsable de brutales actos de represión de opositores que intentaban apropiarse del gobierno.

Entre la selección de mujeres evocadas en este libro, sobresalen también Malinche, la princesa maya amante del conquistador Hernán Cortés, Roxelana, que reinó junto al poderoso Solimán, la revolucionaria francesa conocida como Madame Roland, cuya cabeza cayó bajo el filo de la guillotina, Jiang Qing, la esposa de Mao, y, naturalmente, Eva Duarte de Perón.

La alusión a estas y otras protagonistas tiene un doble propósito: reivindicar a mujeres que sobresalieron en un mundo gobernado por hombres y demostrar que, en muchos casos, el sexo femenino también asumió el papel de victimario.

En este revelador ensayo, Carmen Posadas y Sophie Courgeon construyen un sólido alegato que apunta a reposicionar a la mujer en el mapa de la sociedad.

Las autoras demuelen múltiples mitos instalados en el imaginario colectivo, que se remontan al origen mismo de nuestra civilización. En ese contexto, desvirtúan muchas de las falacias que, en el devenir del tiempo, fueron abonando y consolidando el patriarcado hegemónico, que actualmente parece tocar a su fin.

Sin embargo, la obra no es una mera expresión de militancia feminista, sino una postura firme e inclaudicable en la defensa de los inalienables derechos humanos del sexo femenino. *

(FONTE: Editorial Planeta)